Desde que nació mi primer hijo tenía pendiente visitar el Parque de las Ciencias de Granada con él, pero hasta que no han tenido una edad más o menos apropiada para poder aprovechar bien la visita, no nos hemos decidido a realizar esta actividad. Yo hice una excursión en el instituto cuando lo inauguraron hace 20 años, ha llovido un poquillo desde entonces, y también ha cambiado muchísimo el parque, pero la esencia de este espacio de divulgación científica y cultural sigue siendo la misma.
Tengo que decir que la visita ha sobrepasado con creces mis expectativas, es un lugar en el que podríamos estar varios días sumergidos en ciencia, arte, naturaleza y música, y no enterarnos de que pasa el tiempo. Depende de la disponibilidad de cada uno o del tipo de visita que se haga para organizar la distribución del tiempo. En mi opinión, el parque da para dos días completos, para poder visitar el Museo, el Biodomo y el Planetario, y sacar el máximo partido a cada uno de ellos.
Nosotros solamente visitamos el museo, cierto es que fue por casualidad, porque la visita la hicimos en un puente festivo y cuando llegamos ya se habían acabado las entradas para el Biodomo y el Planetario. Al principio fue un poco decepcionante, pero al acabar el día entendimos que no había sido tan malo, porque así pudimos disfrutar más intensamente del museo (incluso algunas zonas no las vimos bien). Los otros espacios los dejaremos para otra visita. Los que vivan en Granada o en sus proximidades, hay una opción que es la Tarjeta Amiga !Apúntate a la Ciencia!, con la que pueden acceder durante todo el año al Museo y al planetario y además disfrutar de los talleres que se organizan. Seguro que es un plan perfecto para las frías tardes del invierno granadino.
Como no visitamos ni el Biodomo ni el Planetario (que aún estando en las mismas instalaciones las entradas se compran a parte para controlar el aforo), os voy a contar nuestra experiencia visitando el Museo de las Ciencias.
El acceso al reciento es muy sencillo y está señalizado desde que se sale de la autovía. Si se llega en coche hay un parking justo debajo del parque y se accede a él por un rampa que hay al lado de la entrada principal. Para los visitantes, las tres primeras horas son gratuitas y el resto del tiempo tiene un precio reducido, sólo hay que validar el ticket del parking en la taquilla del parque al comprar las entradas.
Yo dividiría la visita en tres espacios muy diferenciados: el Edificio Macroscopio, el Edificio Péndulo de Foucault y un enorme espacio abierto con una gran oferta de actividades, exposiciones y zonas de esparcimiento, además de la torre de observación.
El Edificio Macroscopio es el de la entrada principal donde se encuentran las taquillas y en el que hay una serie de salas donde podemos disfrutar de las exposiciones, tanto las temporales como las fijas. En nuestra visita había dos exposiciones temporales, una de ellas era WOW – Maravillas de la vida salvaje sobre el movimiento animal, en la que se exhiben animales naturalizados en instantáneas que muestran la lucha por la superviviencia. Es cierto que a los niños de primeras les impresionó, pero después empezaron a disfrutarla y admirar a los tigres y las cebras y observarlas con atención.
La otra visita temporal era PLAY: Ciencia y Música, en la que se invita a explorar los instrumentos y el origen de los mismos. Al final del recorrido de la exposición se podían tocar instrumentos como la guitarra, el piano, el cajón flamenco o la batería. Os podéis imaginar que fue una de las zonas en las que más tiempo estuvimos.
La exposición permanente que hay en este edificio es la del El Viaje al Cuerpo Humano, en la que podemos ver un esqueleto humano de cerca, comprobar nuestra temperatura corporal o comparar el corazón de un cachalote con el de un humano.
En este mismo edificio principal está la Sala Explora el Desván del Museo que invita a los más pequeños a que exploren diferentes objetos interesantes y poco comunes. Como podéis imaginar no había manera de sacarlos de aquí.
Como llevábamos una mañana intensa siendo científicos, músicos y museólogos, necesitábamos reponer energía. En el parque hay una cafetería, un restaurante y una zona de pic-nic en la que te puedes llevar tu propia comida. Si hace buen día, la última opción es la más acertada.
Tras la comida visitamos el Edificio del Péndulo de Fuocault donde hay diferentes salas con contenidos muy interesantes. La que más gusta a los niños es la Sala Explora, donde pueden experimentar, observar y descubrir a través del juego, es una de las salas que tiene más éxito entre los pequeños.
En este edificio también nos encontramos con la Sala Biosfera, en mi opinión más enfocada para niños a partir de 8 años.
Cómo ya eran las cinco de la tarde y no queríamos perdernos el Taller de Rapaces, nos fuimos hacia la zona donde se realiza esta actividad. Lo que más me gustó es que no es una exhibición si no un taller divulgativo, en el que explican las características principales de las rapaces, como distinguirlas, etc. Fue muy interesante y los técnicos que realizaron la actividad muy profesionales y respetuosos.
Otro espacio que podemos encontrarnos es el Mariposario Tropical, donde poder descubrir mariposas y especies vegetales tropicales. Personalmente pienso que en esta visita se aprendería muchísimo más si fuese guiada, imagino que también las organizarán.
Tras el taller de rapaces subimos a la Torre de Observación (la mitad de la familia porque la otra mitad tiene un poco de respeto a las alturas). Se trata de una torre de diseño vanguardista de 50 metros de altitud, que permite ver la ciudad de Granada, su entorno y la sierra “con otros ojos”. Para subir se utiliza un ascensor panorámico de cristal (nada más que el momento de la subida ya impresiona) y lleva hasta una plataforma que sirve de mirador. Hay una serie de binoculares que permiten ver de cerca el entorno del Albaicín o Sierra Nevada, además de un skyline que nos ayuda a identificar los picos más importantes. La bajada puede hacerse por el ascensor o por la escalera. Como el monitor del parque que había en el mirador dijo que si bajábamos por la escalera podríamos comparar el tamaño de diferentes series vivos con la altura de la torre, allí estaba mi peque rápido y veloz descendiendo escalón a escalón, y a mi con un hormigueo en el estómago porque se ve perfectamente el exterior y la altura es más que considerable.
El resto del tiempo, hasta el cierre del parque a las 19:00 horas, estuvimos disfrutando de la maravillosa tarde que hacía en el espacio central al aire libre, divirtiéndonos con los juegos y aprendiendo en los módulos sobre energías renovables o sobre gimnasia mental.
Aunque la guinda del pastel la puso la obra “Kugelbhan 13”, se trata de una escultura de arte mecánico realizada por un artista suizo, donde la interacción del público es imprescindible para su funcionamiento. Aunque yo me quedo con que los niños estuvieron jugando con el aparatejo de nombre impronunciable durante un largo rato y no había forma de despegarlos de allí.
Os animo a que visitéis el Parque de las Ciencias con vuestros hijos, es cierto que en algunos colegios organizan excursiones, pero las visitas con la familia aportan una visión complementaria de estos espacios. Lo importante es dejarles a su ritmo que jueguen, exploren, toquen, interactuen y descubran, sólo de esta manera aprenderán a amar la ciencia.
@rmoratalla
#NoOlvidesTuCantimplora que la vida es una #Aventura
Ya sé que visitar si alguna vez volvemos a Granada con Maguito 😍
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Si quieres ver algo de Granada, reserva varios días porque el peque no querrá salir del Parque de las Ciencias 🙂
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Seguro!! 😅
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Con lo que me gusta Granada!! Si algún día volvemos, me apunto este sitio, que maravilla para grandes y chicos!
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Y si hace bueno y puedes disfrutar de los peques espacios exteriores, no querrás irte de allí.
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